viernes, 15 de abril de 2011

Trópico de Miller




Trópico

Recuerdo un actor anónimo en un teatro de la cadena Keith que probablemente fuera el hombre más loco de América, y puede que no sacara más de cincuenta dólares a la semana. Tres veces al día, todos los días de la semana, salía a escena y mantenía al público embelesado. No hacía un número…simplemente improvisaba. Nunca repetía sus chistes ni sus acrobacias. Se prodigaba y no creo que fuera un drogón. Era uno de esos tipos que nacen en los maizales y su energía y su alegría eran tan impetuosas, que nada podía contenerlas. Sabía tocas cualquier instrumento y bailar cualquier paso, y era capaz de inventar una historia en el momento y alargarla hasta le final de la función. No se contentaba con hacer su número, sino que ayudaba a los demás. Se quedaba entre bastidores y esperaba el momento oportuno para irrumpir en el número de otro tipo. El solo era el espectáculo entero y era un espectáculo que contenía más terapia que todo el arsenal de la ciencia moderna. A un hombre así tendrían que haberle pagado el sueldo que cobra el presidente de los Estados Unidos. Tendrían que echar al presidente de los Estados Unidos y a todo el Tribunal Supremo y poner a gobernar un hombre así. Aquel hombre podía curar cualquier enfermedad del catálogo. Además era la clase de tipo que lo haría por nada, si se lo pidieran. Ese es el tipo de hombre que vacía los manicomios. No propone una cura…vuelve loco a todo el mundo. Entre esta solución y el estado de guerra perpetua, que es la civilización, sólo hay otra salida…y es el camino que todos tomaremos tarde o temprano porque todo lo demás está condenado al fracaso.

El tipo que representa esa única salida tiene una cabeza con seis caras y ocho ojos; la cabeza es un faro giratorio, y en lugar de una triple corona encima, como podría perfectamente haber hay un agujero que ventila los pocos sesos que hay. Hay pocos sesos, como digo, porque hay poco equipaje que llevar, porque, la vivir en plena conciencia, la sustancia gris se convierte en luz. Ese es el único tipo de hombre que podemos colocar por encima del comediante; ni ríe ni llora y está por encima del sufrimiento. No lo reconocemos todavía porque está demasiado próximo a nosotros, justo bajo la piel, en realidad.

Cuando el comediante nos acierta en las tripas, ese hombre, cuyo nombre podría ser Dios, supongo, si tuviera que usar un nombre, habla claro. Cuando toda la raza humana esta desternillándose de risa, riendo tanto que llega a doler, quiero decir, entonces todo el mundo va por buen camino. En ese momento todo el mundo puede ser lo mismo Dios que cualquier otra cosa. En ese momento se produce la aniquilación de la conciencia doble, triple, cuádruple y múltiple, que es lo que hace que la sustancia gris se haga un ovillo de pliegues muertos en la coronilla. En ese momento puedes sentir realmente el agujero en la coronilla; sabes que en otro tiempo tenías un ojo en ella y que ese ojo era capaz de captar todo a la vez. Ahora el ojo ha desaparecido, pero cuando ríes hasta que se te saltan las lágrimas y te duele el vientre, está realmente abriendo la claraboya y ventilando los sesos. En ese momento nadie puede convencerte para que tomes un rifle y mates a tu enemigo. Nadie puede convencer a nadie para que abra un mamotreto que contenga las verdades metafísicas del mundo y lo lea. Si sabes lo que significa la libertad, la libertad absoluta y no la libertad relativa, en ese caso debes reconocer que eso es lo más cerca que puedes llegar a estar de ella. Si estoy en contra del estado del mundo no es porque sea un moralista…es porque quiero reírme más. No digo que Dios sea una gran carcajada; digo que tienes que reír con ganas antes de que puedas acercarte lo más mínimo a Dios. Mi exclusivo fin en la vida es llegar cerca de Dios, es decir, llegar cerca de mí mismo. Por eso es por lo que no me importa el camino que tome, Pero la música es muy importante. La música es un tónico para la glándula pineal. La música no es Bach ni Beethoven, la música es el abrelatas del alma. Te hace tranquilizar terriblemente por dentro, te hace tomar conciencia de que hay un techo para tu ser.


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