sábado, 29 de mayo de 2010

Torrente




Afloran los demás, nos encontramos con la gente de Le ciclet, nos encontramos con los habitantes de masa crítica, aparecen de todos lados, ciclistas abrigados, descamisados en monociclos. Andamos en la noche, reconocemos en otros a los futuros delironautas.
Paramos a tomar agua y se acercan los del paco y lo de corbata por igual, una burbuja que conecta el Oniriciclo, como conectan las buenas cosas, los auténticos camaradas.
Compartimos pedales y palabras con los que escriben en jueves para siempre, llegan cartas en forma de correos, aparecen posibles viajeros y desaparecen en otros viajes.
Aquí en Argentina hubo un bicentenario, la reiteración de un pueblo o una patria clamando por mas protagonismo; se avizoran cambios fundamentales, ojalá tal vez el fin de la farándula. Suponemos todo esto, maquillajes de esperanza que se renuevan y que también pueden lavarse con las primeras gotas.
Torrente despersonalizado de millones que caminaron los festejos de un país en sus 200 años afianzando uniones, eran esos los deseos. pero el 26 de mayo -luego de todo- los bocinazos ya habían recuperado su monólogo en tránsito
-Todo volvía a la normalidad, incluso, los taxistas presurosos de empujarnos hacia cualquier vereda dolorosa-


El templo de los festejos fue claro, la avenida mas ancha del mundo (plop!) y el obelisco como eje fálico de una nación in crescendo. Los delironautas en nuestro afán de comunicarnos decidimos no ir a las celebraciones, un poco por los 2 millones de argentinos que se acercaron e impedían nuestra circulación ciclistica (aunque si hubo espacio para los autos de carrera y todo su etanol), y en todo caso, nos fuimos a la tierra adentro porteña, Pompeya, Villa Lugano, Floresta.
Anduvimos, nos mareamos de ubicaciones y comimos en pizzerías de época.


En la lluvia, los torrentes son los que seobreviven, montones de viejos resistiendo en la calle, acurrucados contra negocios con rejas, donde apretados entre ellas descansan los zapatos del tipo de la calle. Muchos pasamos proyectando nuestras noches y disfrutándolas, mientras estos viejos de cualquier edad apechugan esperando el fin de ella.
Luego todo se limpia y tarde o temprano se despeja, los oídos se hacen sordos y los sobrevivientes de la calle se vuelven una variedad de insectos para unos cuantos. No escondemos la mano los muchos de nosotros que hemos fallado de tanta ceguera

Seguimos rodando, presumiendo buenas, intentando ser mejores.

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